miércoles, 3 de septiembre de 2014

Cruzando la frontera: bienvenido a Skyrim, tierra de dragones

Oscuridad, el traqueteo de la carreta y los pasos de los caballos retumban en mi cabeza que parece que me va a estallar.

Al abrir los ojos, me encuentro sentado en la parte trasera de una carromato de madera junto a otros 3 individuos que no conozco; a mi derecha un tipo moreno con la boca tapada y un gran manto de pieles, que tiene en frente lo que parece ser un pobre mendigo o un esclavo, en frente mía, un corpulento nórdico. 

Al mirar a mis manos y a las de mis acompañantes descubro que están inmovilizadas con unas ataduras de cuerda, voy en un carromato de prisioneros; echo un vistazo alrededor descubriendo el bosque cubierto por la nieve, nos sigue un soldado del imperio a caballo como escolta al que no puedo verle la cara y en el carromato en el que me encuentro, otro soldado lleva las riendas de espalda y tampoco logro verle la cara. Delante nuestra, otro carromato con prisioneros y varios soldados a caballo escoltándonos.

Un dolor agudo en mi cabeza me penetra y caigo en la cuenta, me asaltaron y golpearon a mi llegada a la región, lo que no entiendo es que hago en un carromato de prisioneros.

El nórdico sentado en frente mía me habla, me explica que a mi llegada a la frontera, me vi envuelto en una escaramuza orquestada por los imperiales. Me cuenta que el mendigo no es más que un ladrón y que él pertenece a un grupo separatista, "Los Capas de la Tormenta", que se enfrentan al imperio.

El ladrón arremete contra él verbalmente increpándole por sus actos, y sollozando por haber sido capturado por su culpa, mientras intentaba robar un caballo para dirigirse a Páramo del Martillo. El propio ladrón me dice que a quien busca el imperio es a los capas de la tormenta, y no a nosotros, que somos víctimas inocentes de lo ocurrido.

La conversación continua y el nórdico indica que el hombre a mi derecha, con la boca amordaza no es otro que Ulfric Capa de la Tormenta, el líder de los separatistas , a quién él llama el verdadero rey supremo. El ladrón estupefacto exclama interrogativo si se trata de Ulfric, el jarl de  la región de Ventalia. 

Me desconcierta ciertamente esta conversación, la cabeza me va a matar del dolor y no logro recordar nada, no se que hacía en la frontera, no se de donde venía y desconozco a donde me dirigía. El golpe recibido me debe haber provocado amnesia, pues no logro recordarlo.

Ninguno de los presentes sabemos a donde nos dirigimos, pero el nórdico hace el inciso de que Sovngarde, el paraíso al que ascienden los guerreros nórdicos al morir, es nuestro destino, mientras el ladrón continua con sus sollozos, lo que hace cambiar repentinamente mi interés en los hechos que acontecen, no somos prisioneros, somos condenados a muerte. "Un nórdico debe dedicar sus últimos pensamientos al hogar" le dice el nórdico al ladrón de caballos, que indica que es de Paraje de Rorik.

Por el camino pedregoso por el que avanzamos se vislumbra la entrada a una aldea, con sus casas de piedra, madera y paja, rodeada de murallas y torres de vigilancia, que hace pensar en un fuerte militar. Mientras nos adentramos en el pueblo, los soldados que nos escoltan hablan con su general, el general Tulio, para informarle que el verdugo nos aguarda.

El ladrón reza a todas las divinidades conocidas implorando ayuda, mientras el nórdico me indica que el generar Tulio, gobernador de otra región, está acompañado por los Thalmor, elfos oscuros de gran estirpe. Me informa que nos encontramos en la aldea de Helgen, mientras recuerda un antiguo amor de la aldea y su riquísima aguamiel.

La gente de la aldea en las puertas de las casas salen a ver que sucede, los niños preguntan quienes somos y a donde vamos a sus padres, mientras sus padres les ordenan meterse en casa ante la inminencia de la ejecución ya preparada.

El carromato se detiene, fin de trayecto, "no es bueno hacer esperar a los dioses" dice el nórdico, mientras el ladrón continua sollozando que no es un rebelde. Nos bajan del carromato y nos ponen en fila mientras una soldado imperial,con aspecto de capitana o algún rango similar y con un escriba al lado, nos grita que de uno en uno le indiquemos nuestro nombre, para confeccionar una lista, la lista de los ejecutados. 

En un vistazo alrededor, en el patio de la aldea donde nos encontramos, hay como una docena de soldados armados con arcos y espadas. En frente nuestra un camino de piedras que conduce hasta las casas de la aldea donde los soldados tapan el paso mientras están confeccionando las listas; a nuestra espalda, un muro de piedra lo suficientemente alto como para no poder saltarlo o escalarlo antes de que nos derriben a saetazos y los carromatos donde nos trajeron. 
A la derecha de donde nos encontramos un torreón de vigilancia de la guardia con guardias en su puerta y a la izquierda, un tocón de madera, una sacerdotisa encapuchada para los últimos rezos y un hombre encapuchado de unos dos metros de altura y ancho como un armario sosteniendo un hacha de una envergadura impresionante que al mirarla se me entrecortó la respiración, muerte por decapitación.

El primero en hablar es Ulfric, al que un soldado le quita la mordaza momentáneamente:
- Ulfric Capa de la Tormenta, Jarl de Ventalia- dijo con una voz poderosa.
- Es un honor, Jarl Ulfric -contesto el escriba ante la mirada inquisitiva de la capitana imperial.
- Ralph, de Cauce Boscoso - dijo el nórdico.

En ese momento me di cuenta que salvo el propio Ulfric, ninguno de los que íbamos en el carromato habíamos dicho nuestro nombre en todo el trayecto, pese a las conversaciones mantenidas. Ralph, pensé para mí en ese momento, gracias por la charla.

- Loki, de Paraje de Rorik- dijo el ladrón de caballos, mientras se adelantaba unos pasos para acercase a la soldado imperial y rogarle - yo no soy un rebelde, no puedes hacer esto.- echando a correr para escapar de los soldados.
-Arqueros!- gritó la capitana a los soldados a su espalda.

El silbido de dos flecha cruzó el camino hasta atravesar la espalda de Loki, que, con un grito sordo, se derrumbó muerto sobre las piedras del camino., mientras un reguero de sangre brotaba de su espalda y cubría el empedrado de un rojo brillante.

La capitana se giró hacia nosotros y, dando un paso al frente, sacando pecho y alzando la barbilla gritó:
- ¡¿Alguien más quiere adelantar su ejecución?! - Con una voz fuerte, obteniendo el silencio por respuesta y, continuando con la confección de la lista.

El escriba se dirigió a mí y con unos pasos me puse en frente de la capitana de los soldados
-¿Nombre?- Dijo la capitana
- Rivio de Tamriel - contesté.
- Has elegido un mal momento para volver a Skyrim, compatriota - apostillo el escriba al darse cuenta que también soy un nórdico, pese a la oscuridad de mi cabello, rara característica de un nórdico.
- Capitán, ¿que debemos hacer?, este no está en la lista- dijo el escriba dirijiéndose a la capitana
- Hay que ejecutar a todos los que están en la lista, ordenes del general- dijo la capitana mientras cruzaba los brazos.
- A sus ordenes mi capitán - respondió el escriba y mirándome con tristeza me dijo - lo siento, al menos morirás aquí, en tu patria. Sigue al capitán.

La capitana descruzando sus brazos comenzó a caminar hacía la izquierda, hacia el verdugo y su hacha, hacia Sovngarde. 

En la zona de la ejecución se encontraban los presos de los carros rodeados por los guardias y, según nos acercabamos se escuchaba al general Tulio hablando con Ulfric:

- Aquí en Helgen algunos te consideran un héroe, pero un héroe no utiliza un poder como la VOZ para matar a su rey y usurpar el trono.

Ulfric trató de contestarle, pero al estar amordazado no se pudo entender nada de lo que le decía al general, pero la mirada desafiante de Ulfric hacia el general, te congelaba las entrañas, haciendo empequeñecer al general ante Ulfric. 

- Tú comenzaste esta guerra, sumiste a Skyrim en el caso y ahora el imperio quiere acabar contigo para restaurar la paz - dijo el general con rabia

De repente, un grito como un estruendo en el aire hizo retumbar todo el pueblo, los soldados miraron al aire y a su alrededor para ver de que se trataba, preguntándose que había sido aquello.

- ¡No es nada!, continuar- grito el general.
- Si general Tulio - respondió la capitana - dispensarles los últimos sacramentos - le dijo a la sacerdotisa volviéndose hacia ella.

Alzando las manos hacia los presos, la sacerdotisa dijo con una voz dulce y melancólica:

- Encomendamos vuestras almas a Aetherus, que las bendiciones de los ocho divinos sean
- Por el amor de Tamriel, calla y acabemos con esto de una vez - le interrumpió uno de los presos mientras caminaba derecho hacia el verdugo.
- Como deseéis- replicó la sacerdotisa, dándose media vuelta y marchándose de la zona de ejecución
- Venga, que no tengo toda la mañana - dijo el preso poniéndose de rodillas frente al tocón de madera y apoyando su cabeza en este.

- Mis antepasados me sonríen imperiales, ¿podeis decir vosotros lo mismo? - dijo el preso mientras el verdugo alzaba el hacha por encima de su cabeza para asestar la condena.

El golpe seco del hacha hizo recorrer un escalofrío por mi espalda mientras separaba la cabeza del preso , que se precipitaba en una caja, del resto de su cuerpo. La capitana con una patada apartó su cadáver del tocón de la ejecución para hacer sitio al siguiente mientras que, Ralph, que estaba a mi lado dijo:
- Tan valiente en la muerte como lo fue en vida
- ¡Siguiente!- gritó la capitana.

De nuevo otro estruendo en el aire interrumpió la ejecución mientras soldados y presos miraban al cielo en busca de su origen.
- Ahí está de nuevo, ¿lo has oído?- dijo uno de los soldados
- ¡He dicho siguiente prisionero! - gritó la capitana.

Un soldado me empujó hasta delante del verdugo que se hacía más grande según me acercaba y con un golpe me hizo hincarme de rodillas en el tocón de madera donde otro soldado me sujetaba para que mi cabeza quedara apoyada encima del tocón de ejecución, ladeada, mirando al verdugo desde mi posición, con un torreón al fondo que parecía más pequeño que el propio verdugo o su hacha. Solo podía pensar en las palabras de Ralph:  "Un nórdico debe dedicar sus últimos pensamientos al hogar". Cerré los ojos mientras el verdugo volvía a alzar el hacha.

Un estruendo, abrí los ojos, el verdugo seguía alzando el hacha, pero algo se movía en el cielo detrás del torreón a espaldas del verdugo. Los solados inquietos se alteraban más y más alzando la vista al cielo y gritando:
- ¿qué es eso?
- ¿que pasa?

Cuando el verdugo alzó del todo el hacha  y el brillo del sol en la hoja anticipaba el golpe que me llevaría a Sovngarde, una figura gigantesca cayó sobre el torreón haciendo retumbar la tierra, cubriendo todo de polvo y desequilibrando al verdugo que no pudo asestar el golpe.

En mis oídos el desenfundar de las espadas de los soldados que gritaban:
-¡Dioses! ¡un dragón! ¿cómo es posible?

El polvo que cubría el torreón se disipaba dejándome ver desde mi posición, a una figura gigantesta en lo alto, que de un grito desequilibró a los soldados y pude contemplar como el cielo, azul y despejado, se cubría en un segundo con nubes de tormenta.

Un segundo grito de la figura en el torreón nos golpeó como un puñetazo de viento que no hizo saltar por los aires, sacándome de mi posición arrodillada y haciendome caer, junto con los soldados alrededor, unos metros mas atrás, recibiendo un fuerte golpe en la espalda y la cabeza con el impacto contra el suelo.

Trate de levantarme rápido después de la caída, con la visión aún borrosa por el impactó, cuando escuché a Ralph decirme

- No tendremos otra oportunidad